Al leer, “Que Solaris no nos atrape,” titulo del primer relato de tu libro Escapistas (El kibutz del deseo, 2017), una interrogante levanto vuelo en mi mente: ¿Stanislaw Lem es una figura histórica o un personaje, es decir, una ficción? Dejé la pregunta en el aire y continué leyendo y de un zopetazo, el nombre del protagonista, Oren Polio, me zambulló, ipso facto, en la esfera de la imaginación. Todo quedo aclarado por el Google Académico. Stanislaw, verdaderamente, como afirmas en el cuento, es el famosísimo autor polaco que escribió la novela de ciencia ficción, Solaris. Si el nombre de Stanislaw prendió la duda de su existencia, sin embargo, el de Oren Polio me sembró en el campo de la certidumbre de que, definitivamente, Oren, es hijo del fingimiento. No es histórico. Por consiguiente, la luz irrumpe en las tinieblas al descubrir el vínculo esencial que estableces entre Stanislaw y Oren por medio de la fantasía: Oren, como director de teatro que gustaba “adaptar obras literarias al escenario”. y siguiendo su oficio y su gusto, Oren, adaptaría Solaris “la primera obra suya en un tour europeo”.
Esa extraordinaria relación es el motivo dominante en tu cuento pues te sirve para dar tu grito de alerta, ya implícito en el titulo, “Qué Solaris no nos atrape”. El pronombre “nos” es la señal egregia: ¡Cuidado, que en nuestros proceso creativos, en nuestro ser, se desencadene la irracionalidad hasta el punto, que la no-realidad, la alucinación, nos dispare, en un santiamén, al mundo del frenesí, al mundo irracional de la locura! Tu amor, tu fino amor por tu generación o los tuyos, despierta el grito: ¡Qué Solaris no nos atrape, como le sucedió a Oren Polio! ¡Qué la sin razón, que la locura no sea nuestro fin!
El cuento, con sutileza y mucho ingenio, va, lentamente, develando la profunda intríngulis de esa muy peculiar relación entre Oren y Stanislaw. Desde el principio ella se manifiesta en las serias preocupaciones que el protagonista tiene de que su adaptación “fuera del calibre que siempre deseo Stanislaw”. Lo raro es que Stanislaw yacía en su tumba; pero esa ausencia del panorama de los vivos, no era un impedimento para que Oren, con su puesta en escena de Solaris, intentara colmar hasta la saciedad, la excelencia que exigiría, como artista de la palabra, Stalisnaw.
La otra preocupación, su relación sentimental con la actriz, Alia Medrano, perfila, en un primer plano, una inquietud, muy loable en un director de teatro, lograr actuaciones ejemplares que contribuyan a la ejemplaridad de la puesta en escena de la adaptación de Solaris. Pero, más allá de ese primer plano, se va cocinando un significado, más profundo, que quizá escapa al propio Oren: la identificación, que desenlaza el cuento, insólitamente, al final, deslumbrándonos, la relación de Oren con Alia con la que tuvo, Kris Kelvin, protagonista de Solaris con Rheya. Obvio esa identidad descansa en que Oren, en una alucinación desquiciada, ve en Praga a Alia como Kris en la estación espacial alucina a Rheya.
Aquí tu cuento nos abre una ventanita muy interesante de esta fatídica relación de Oren con Stalisnaw. Si logramos abrirla veremos, en otro plano, que el narrador advierte: que el proceso creador, adaptar Solaris al teatro, no solo está lleno de complejidades, sino que entraña un grave peligro existencial: ¡la locura! Y vemos, no ya por espejos, que esa relación de Oren y Stanislaw, es un pretexto para tu texto: la fenomenología de la psique de un creador literario, de un artista. Tu cuento, por consiguiente, nos evoca ese concierto de todos esos poetas: Artaud, Breton, Poe, Hoerderlin, Nietzsche, Van Gogh, que su creación, su genio los abismó en el mundo desconocido, misterioso, en un mundo ignoto: ¡la locura!
En resumidas cuentas, Oren, es un signo arquetípico, de lo que el filósofo Berdiaeff llamo, en su extraordinario libro: Genio y locura. Pues, tu cuento trata, con una maestría profunda, con la relación de Oren y Stanislaw, de la conciencia de un artista, en un despliegue de un acto creador, que lo sumerge frenéticamente en la irracionalidad alucinante y alucinadora, al quedar atrapado en su Solaris.